Un Hombre Común (2024)

El 28 de junio del 2024, después de meses de producción y de un proceso casi terapéutico, salió a la luz el que dentro de mi círculo cercano, sobre todo entre mis amigos del Nido Records, considero hasta hoy mi mejor disco. Es un material que no solo aprecio por lo musical, sino porque lo siento como una radiografía fiel de mi vida en un momento en que todo empezó a transformarse.

Venía de años oscuros, de una etapa en que lo gris era la norma y la tristeza parecía instalada en mi vida como un huésped permanente. Durante mucho tiempo pensé que ese estado emocional sería mi destino inevitable, que me acompañaría hasta el último día. Pero de pronto algo cambió, y el giro ocurrió el 17 de diciembre de 2023: ese día grabé Perdido en la Gran Ciudad.

Recuerdo muy bien cómo sucedió. Mientras la componía, tenía la sensación de que no era mía, de que la estaba “robando” de alguien más, en específico de Sam Vázquez. Busqué y busqué entre su discografía, convencido de que debía existir en algún lado, pero nunca la encontré. Entonces entendí que el destino me estaba dictando el camino: tenía que invitarla a cantarla conmigo. Sam aceptó, y en una sola tarde grabamos la canción. Esa tarde, fumando con Omar y con ella, me descubrí riendo, sintiéndome ligero, y por primera vez en años me reconocí plenamente feliz.

Las semanas que siguieron fueron igual de luminosas. Comencé a convivir más con la gente del Nido, y entre viajes improvisados, reuniones espontáneas y grabaciones colectivas, sentí que formaba parte de algo más grande: un círculo creativo que se retroalimentaba constantemente. No era solo música, era comunidad, amistad y energía en movimiento. En uno de esos viajes fuimos a grabar un video y al regresar compuse Tampico, una canción hecha como un homenaje a todo lo que vivimos esos días, como si quisiera dejarlo guardado en un registro eterno. Así supe que este disco debia de ser eso, un diario, donde no importara que lo que dijera hiciera de mi un ser transparente (del cual no estaba acostumbrado).

A diferencia de otros discos míos, este nació de una necesidad de poder hablar de cosas que negaba de una manera abierta. No me preocupaba por complejizar letras o esconder significados; quería escribir de la forma más simple posible, directo desde lo que sentía. Parte de esto se lo debo a la influencia de lo que escuchábamos entre todos en el Nido: la música de mis amigos, sus maquetas, sus experimentos. Era como si esa atmósfera de compartir nos empujara a mostrar nuestras obras, y en esa dinámica encontré la motivación para parir este disco con un sonido fresco, despojado de pretensiones y cargado de sinceridad.

El proceso técnico también fue especial. Omar Guajardo me mostró muchas de sus herramientas de trabajo y yo, como esponja, las explotaba al máximo. Nos tomó apenas cuatro días grabar todas las voces, y aun así la experiencia fue intensa, como si cada toma tuviera un peso vital. Además, conté con colaboraciones que terminaron de darle vida al proyecto: Iván Ivengo Charlie Solis de Pequeño Fenix, Muebles Asolados (la banda de Omar), y por supuesto Sam, que había marcado el inicio de todo con aquella primera canción.

El resultado fue un disco que, más allá de lo técnico o lo estético, se siente como un testimonio de mi regreso a la felicidad. No sabría decir si lo que cambió fue el mundo o fui yo quien finalmente logró desechar todo lo que había cargado por años. Lo único que sé con certeza es que es un disco irrepetible, difícil de replicar, porque nació de un momento de plenitud genuina, de un presente que parecía perfecto.

Cada canción guarda una historia tan íntima y tan profunda que podría hablar sin parar sobre este álbum, hilando anécdotas, sentimientos y recuerdos. Pero lo más importante es que, lo veo como un retrato fiel de un tiempo en que aprendí que la música no solo sirve para expresar la tristeza, sino también para celebrar la vida cuando vuelve a sonreír.

Género: Indie pop